Dolores ventimilla

 biografía

Nació en el año de 1829 en el seno de una familia aristócrata, fue hija de José Veintimilla y de Jerónima Carrión y Antepara, acomodados residentes en Quito. La vida de la poeta se inserta entonces en un espacio de construcción nacional, que diseñó un nuevo entramado cultural y una nueva red simbólica, dirigida básicamente a los grupos sociales ilustrados y urbanos, para la creación del imaginario de la comunidad nacional. Este nuevo aparato se sustentó en un aparato represivo representado por la Iglesia, tanto por ser parte de una fracción terrateniente, por su participación en el sistema político, así como por su manejo del ámbito ideológico.

En el año de 1837 inició sus estudios en el Colegio Santa María del Socorro y más tarde en el Convento Santa Catalina de Siena que funcionaba en el edificio del beaterio.  Allí pasó a la escuela bajo la dirección de las madres dominicanas, las cuales estaban a cargo del convento. Es ahí en donde aprendió a leer y a escribir, la doctrina, el catecismo, música, canto, clases de dibujo y algunas actividades de granja en las que eran expertas las monjas, tales como bordar, tejer, coser y cocinar. Actividades requeridas para una mujer educada de su época.







obras

Dolores Veintimilla dejó pocas obras, las cuales fueron publicadas en conjunto por Celiano Monge en Quito después de la muerte de la poetisa.

Entre la prosa sobresalen “Fantasía” y “Recuerdos”. Son obras en las que dialoga con el pasado y en las que culpa al tiempo por haber dado una temprana muerte a sus ilusiones.
En el verso es donde mejor logra plasmar su dolor.
Con “Aspiración”, “Desencanto”, “Anhelo”, “Sufrimiento”, “La noche y mi dolor”, “Quejas”, “A mis enemigos”, “A un Reloj” y “A mi madre”.
Cómo característica de estilo se puede contar que prefirió el verso rimado y musical, y que casi no se valió de metáforas u otras imágenes literarias para plasmar su dolor en sus escritos.

 


poema

quejas

¡Y amarle pude! Al sol de la existencia
se abría apenas soñadora el alma…
  Perdió mi pobre corazón su calma
desde el fatal instante en que le hallé.
Sus palabras sonaron en mi oído
como música blanda y deliciosa;
  subió a mi rostro el tinte de la rosa;
como la hoja en el árbol vacilé.

Su imagen en el sueño me acosaba
siempre halagüeña, siempre enamorada;
mil veces sorprendiste, madre amada,
en mi boca un suspiro abrasador;
y era él quien lo arrancaba de mi pecho;
él, la fascinación de mis sentidos;
él, ideal de mis sueños más queridos;
él, mi primero, mi ferviente amor.
Sin él, para mí el campo placentero
en vez de flores me obsequiaba abrojos;
sin él eran sombríos a mis ojos
del sol los rayos en el mes de abril.
Vivía de su vida apasionada;
era el centro de mi alma el amor suyo;
era mi aspiración, era mi orgullo…
¿Por qué tan presto me olvidaba el vil?
No es mío ya su amor, que a otra prefiere.
Sus caricias son frías como el hielo;
es mentira su fe, finge desvelo…
Mas no me engañará con su ficción…
¡Y amarle pude, delirante, loca!
¡No, mi altivez no sufre su maltrato!
Y si a olvidar no alcanzas al ingrato,
¡te arrancaré del pecho, corazón!






















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